Himno de alabanza

¡Alma mía, bendice a Yahveh! ¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres!
Vestido de esplendor y majestad,
2 arropado de luz como de un manto, tú despliegas los cielos lo mismo
que una tienda,
3 levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes
carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas;
4 tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por
ministros.
5 Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre
jamás.
6 Del océano, cual vestido, la cubriste, sobre los montes persistían las
aguas;
7 al increparlas tú, emprenden la huida, se precipitan al oír tu trueno,
8 y saltan por los montes, descienden por los valles, hasta el lugar que
tú les asignaste;
9 un término les pones que no crucen, por que no vuelvan a cubrir la
tierra.
10 Haces manar las fuentes en los valles, entre los montes se deslizan;
11 a todas las bestias de los campos abrevan, en ellas su sed apagan
los onagros;
12 sobre ellas habitan las aves de los cielos, dejan oír su voz entre la
fronda.
13 De tus altas moradas abrevas las montañas, del fruto de tus obras se
satura la tierra;
14 la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del
hombre, para que saque de la tierra el pan,
15 y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su
rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.
16 Se empapan bien los árboles de Yahveh, los cedros del Líbano que
él plantó;
17 allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña;
18 los altos montes, para los rebecos, para los damanes, el cobijo de
las rocas.
19 Hizo la luna para marcar los tiempos, conoce el sol su ocaso;
20 mandas tú las tinieblas, y es la noche, en ella rebullen todos los
animales de la selva,
21 los leoncillos rugen por la presa, y su alimento a Dios reclaman.
22 Cuando el sol sale, se recogen, y van a echarse a sus guaridas;
23 el hombre sale a su trabajo, para hacer su faena hasta la tarde.
24 ¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con
sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra.
25 Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él el hervidero
innumerable de animales, grandes y pequeños;
26 por allí circulan los navíos, y Leviatán que tú formaste para jugar
con él.
27 Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su
alimento;
28 tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes.
29 Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo, y expiran y a
su polvo retornan.
30 Envías tu soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra.
31 ¡Sea por siempre la gloria de Yahveh, en sus obras Yahveh se
regocije!
32 El que mira a la tierra y ella tiembla, toca los montes y echan
humo.
33 A Yahveh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré
para mi Dios.
34 ¡Oh, que mi poema le complazca! Yo en Yahveh tengo mi gozo.
35 ¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los
impíos! ¡Bendice a Yahveh, alma mía!