Viernes, 22 de septiembre de 2023

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6,3-12

 

Querido hermano:
Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar.

Si alguno enseña otra doctrina y no se aviene a las palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discusiones sobre palabras; de ahí salen envidias, polémicas, blasfemias, malévolas suspicacias, altercados interminables de hombres corrompidos en la mente y privados de la verdad, que piensan que la piedad es un medio de lucro.

La piedad es ciertamente una gran ganancia para quien se contenta con lo suficiente. Pues nada hemos traído al mundo, como tampoco podemos llevarnos nada de él. Teniendo alimentos y con qué cubrirnos, contentémonos con esto.

Los que quieren enriquecerse sucumben a la tentación, se enredan en un lazo y son presa de muchos deseos absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, y algunos, arrastrados por él, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos.

Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas. Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos.

 

Salmo de hoy

Sal 48, 6-8. 9-10. 17-18. 19-20 R/. Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos

 

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate? R.

Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa. R.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él. R.

Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con la generación de sus padres,
que no verán nunca la luz. R.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3

 

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Palabra del Señor

 

Reflexión del Evangelio de hoy

1Tim. 6, 2-12. Debemos ser leales en todo al Señor, de tal forma que el mensaje de salvación no sufra acomodos según nuestros interese o criterios; tampoco es válido hacer una relectura de la Palabra de Dios para hacerla decir lo que uno quiera conforme a la propia ideología. Eso sería tanto como caer en el orgullo que me impide caminar con la Iglesia, para hacer mi propio camino, mi propia iglesia, paralela a la fundada por y en Cristo y sus apóstoles. Llevar a cabo la obra de Dios, proclamar su Evangelio, no puede verse como ocasión para que nosotros saquemos partido económico o de prestigio, pues esto en lugar de llevarnos a la salvación nos llevaría a la ruina y a la perdición. Si en verdad somos personas de fe en Cristo, seamos leales a Él y a su Evangelio, viviendo con rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Que nuestra única recompensa sea vivir unidos a Cristo, aún cuando seamos despreciados por todos y nos encontremos sin apoyos económicos. El Señor, que vela por nosotros, estará siempre a nuestro lado para que, convertidos en fieles testigos suyos, seamos también un testimonio del cuidado que Dios tiene de sus hijos, cuando, al buscar primero el Reino de Dios y su justicia, sepamos que Dios velar por nosotros como un Padre amoroso que cuida de sus hijos.

 

Sal. 49 (48). ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su vida? Ante Dios no cuentan nuestras riquezas, ni el poder que hayamos adquirido aquí en la tierra en el aspecto social, político o religioso. Somos siervos, y al final, después de haber cumplido fielmente con aquello que se nos confió, lo único que podremos decir es: sólo somos siervos inútiles; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer. Sólo aquel que, identificado con Cristo, sabe administrar el poder, el dinero, los bienes materiales, para que los más desprotegidos no se nos mueran de hambre o de sed o por alguna enfermedad, podrá decir que pasó, ya desde este mundo, manifestando su fe y su amor a Dios mediante el servicio amoroso al prójimo. Entonces el Padre Dios podrá decir de nosotros: Tú eres mi hijo amado, en quien tengo puestas mis complacencias. Entonces Cristo podrá decirnos: Muy bien, siervo bueno y fiel; entra a tomar parte en el gozo de tu Señor.

 

Lc. 8, 1-3. ¡Qué compañía llevaba Jesús en su recorrido por ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios! Tal vez aquel mandato que dio Jesús al que había sido exorcizado en Geraza, podría aplicarse muy bien a quienes acompañaban a Cristo: Ve a los tuyos, y dales testimonio de lo misericordioso que ha sido el Señor para contigo. Quien, a pesar de sus miserias pasadas, ha sido llamado a ir tras las huellas de Jesús para convertirse en apóstol suyo, no puede gloriarse sólo de la amistad, sino especialmente de la misericordia de Dios. Así sabrá que no va a los demás con la sabiduría humana, sino con el poder de Dios y con el testimonio de una vida que ha sido amada por Aquel que vino a salvar a los pecadores, de los cuales, cada uno puede decir: yo soy el primero. El Señor quiere que no sólo proclamemos el Evangelio con los labios, sino que quienes tienen recursos suficientes para vivir, no cierren los ojos ante las miserias de los más desprotegidos, y que sepan que acompañar a Cristo significa también socorrerle en los pobres, en los necesitados, en los desprotegidos y desvalidos.

El Señor nos ha convocado en esta Eucaristía para hacernos participar de la riqueza de su vida, de su amor, de su paz. Él no quiere que en adelante vivamos como los ignorantes que no conocen a Dios. Si Él nos ha perdonado y nos ha comunicado su vida, es porque quiere que vivamos también siendo portadores del perdón, de la misericordia de Dios para todos y que les ayudemos a encontrarse con el Señor para disfrutar de su Vida. El Señor se ha preocupado de nosotros, y nos ha alimentado y fortalecido con sus propios bienes, haciéndonos partícipes de su Vida, y derramando en nosotros su Espíritu Santo. Unidos a Cristo trabajemos para que su salvación llegue a todos.

Efectivamente los que hemos experimentado el amor y la misericordia de Dios, hemos de ir a los nuestros, no sólo para hablarles de lo bueno que el Señor ha sido para con nosotros, sino para hacer con ellos lo mismo que el Señor hizo a favor nuestro. Por eso no podemos condenar a nadie; no podemos escandalizar a nadie; no podemos convertirnos en destructores de la vida, ni de la esperanza de los demás. Si en verdad creemos en Cristo hemos de proclamar la Buena Nueva del Señor conforme lo aprendimos de Él: haciéndonos cercanía para todos, tendiéndoles la mano a los pobres; liberando a quienes ha encadenado el pecado. Sólo así, libres de sus siete demonios como lo hemos sido nosotros, podrán también ellos no sólo vivir unidos al Señor en alianza de amor, sino también abrirán sus ojos y su corazón ante los que sufren azotados por la enfermedad o por la pobreza, y no pasarán de largo ante sus miserias y sufrimientos, ni continuarán siendo destructores de su prójimo, a quien sabrán amar como a hermano suyo.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser auténticos testigos de su amor misericordioso para nuestros hermanos, para que, disfrutando todos no sólo de los bienes pasajeros, sino de los bienes eternos, anticipemos ya desde ahora el gozo de la Gloria que el Señor quiere comunicar a todos los que Él ama, aun cuando parezca que viven lejos de Él, pues a nosotros nos ha confiado la misión de hacerles cercanos su Amor y su Gracia. Amén.

Lecturas de día de hoy

Lecturas del día de mañana