5. EL SOBERBIO ES UN ANTISOCIAL.
En eso nos podemos convertir usted y yo por la soberbia: en antisociales.
Con la soberbia nos matamos a nosotros mismos y a los que viven con nosotros; por eso nadie nos busca ni quiere estar con nosotros.
La soberbia nos aísla de los demás, de la comunión con las personas, inclusive más cercanas.Dice Amado Nervo: “Si eres orgulloso conviene que ames la soledad: los orgullosos siempre se quedan solos”.
El soberbio es anti-sociedad, anti-comunidad, porque es conflictivo, problemático, intolerante, agresivo, violento, rencoroso,no apto para convivir con las personas y es la peor peste que pueda tener una familia, una comunidad, un grupo humano, dice san Juan Eudes.
Todas las divisiones que tenemos en el hogar, en las comunidades, en la misma amistad y en la relación amorosa, no tienen otra fuente que la soberbia.
El soberbio atenta con su manera de ser y de pensar contra los más bellos valores de la convivencia humana: la solidaridad, la equidad, la igualdad, la justicia, la armonía, la paz, el amor, la amistad, la verdad, la imparcialidad, el respeto,la misma vida.
Rompe el equilibrio de los grupos por creerse superior, cuando todos comparten sin complicaciones.
Cree que su cultura, su raza, su condición es superior a la de los demás, sin darse cuenta de que él es el bárbaro, el incivilizado, el inculto, el maleducado, el tarado.
Piensa así en su corazón: ¡Qué estúpida es la gente que no capta, ni mide, no comprende mi absoluta superioridad! ¿Cómo no se dan cuenta de mi calidad y superioridad, de mi clase y exquisitez, de mi grandeza fuera de serie? (-¡Qué bastardía!-).
Siempre quiere estar por encima de los demás y que lo tengan por alguien importante, por eso miente y maneja a las mil maravillas sus fantasías.
A nadie cede el paso ni el lugar que supone le pertenece.
Quiere imponerse con sus capacidades reales o imaginadas, y como es torpe a menudo, su vida de trabajo de equipo y de grupo es un fracaso.
No tiene sentido del humor, de aquellas cosas del cotidiano que hacen reír, gozar de la vida sanamente, porque le tiene pánico, terror a quedar en ridículo.
Pablo conocía muy bien esta condición del soberbio: “¡No está bien vuestro orgullo!¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de sinceridad y verdad” (1 Cor 5,6-8.
El falso doctor “está cegado por el orgullo y no sabe nada: sino que padece la enfermedad de las disputas y contiendas de palabras, de donde proceden las envidias, discordias, maledicencias, sospechas malignas, discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia corrompida” (1 Tm 6, 3-5)
El soberbio como antisocial es una verdadera fiera de la que hay que huir: “Mira a la cara a los más altivos, es el rey de los hijos del orgullo” (Jb 41, 26). (En Job los hijos del orgullo son las fieras).
Es tan antisocial y mortificante el soberbio, que es objeto de la oración del humilde:“Enmudezcan los labios mentirosos que hablan insolentes contra el justo, llenos de orgullo y desprecio” (Sal 31, 19).
El soberbio no tiene relaciones humanas de calidad porque no le importan los demás, ni siquiera lo que los otros hacen por él: no dan nada en retorno, no colaboran en las obras comunes, prestan dinero y no les importa las necesidades de quien les ha prestado, pues creen que todo se les debe.
Lo grave con el soberbio es que puede encontrar personas sumisas que se someten a sus atropellos y maldades.
Cuando está en la prosperidad es prepotente, altanero, egoísta; cuando está en la quiebra,ostenta una detestable humildad.
En realidades una desgracia ser soberbio.
6. LA GRAN DESGRACIA DE SER SOBERBIO.
Dicen que las desgracias llegan juntas y en el caso del soberbio se cumple a cabalidad.
Piense en todas las cosas malas que le han pasado en la vida, o le han salido mal, y encontrará, que en muchos casos, la causa está en la soberbia.
La soberbia al engendrar tantos vicios, es uno de los pecados que más males atrae sobre la misma persona: siempre trae su castigo.
Uno de tantos casos de soberbia que nos trae la Biblia para indicarnos que la soberbia trae la desgracia; el caso del rey Ozías (781-740):
“Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahvé, su Dios, pues entró en el templo de Yahvé para quemar incienso sobre el altar del incienso. Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de Yahvé, hombres valientes, que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yahvé,sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahvé Dios!» Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes,en el templo de Yahvé, junto al altar del incienso. El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes volvieron hacia él sus ojos, y vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí a toda prisa; y él mismo se apresuró a salir, porque Yahvé le había herido. El rey Ozías quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una residencia aislada, porque, como leproso, había sido excluido del templo de Yahvé. Jotán, hijo del rey, estaba al frente del palacio real y administraba justicia al pueblo del país” (2 Cro 26, 16ss).
El soberbios e condena en vida y él mismo, desde el abismo en que cae por su soberbia, se hace incapaz de salir.
Las caídas del soberbio, son aparatosas y no encuentra misericordia: “el que se eleva como palma cae como coco”. Y mientras más alto cree estar uno, es peor la caída.
El soberbio es la persona que más sufre, sin quien la compadezca en sus caídas y fracasos.
Al humilde muchos le dan la mano, al soberbio, prácticamente, todo el mundo se la niega, por sus actitudes pasadas, se ha hecho indigno de la ayuda; hay que tener un espíritu muy cristiano para acercarse al soberbio cuando está pasando por un momento de necesidad o pide ayuda.
El soberbio es extremadamente sensible, susceptible, quisquilloso, puntilloso (-¡Pobre cómo se sentirá!-) y por eso anda con tantas afectaciones.
En la Biblia solo hay términos de desprecio para hablar del soberbio: “Hemos oído la arrogancia de Moab: ¡es muy arrogante!, su orgullo, su arrogancia, su altanería y la soberbia de su corazón” (Jer 48, 29).
El soberbio atrae sobre sí el castigo: “Es Yahvé Sebaot quien ha planeado profanar el orgullo de toda su magnificencia y envilecer a todos los nobles de la tierra” (Is23, 9).
El soberbio es obligado a humillarse a sí mismo, lo que no pasa con el humilde: “El propio orgullo humilla al hombre, el espíritu humilde obtiene honores” (Pr 29.23).
El soberbio es un perro con collar, un esclavo de sí mismo, con su actitud y los males que sobre sí acarrea: “Por eso el orgullo es su collar, la violencia el vestido que los cubre” (Sal 73, 6).
La soberbia trae siempre el castigo, en cambio la humildad la protección del Señor: “Amad a Yahvé, todos sus amigos, a los fieles protege Yahvé; pero devuelve con crece sal que obra con orgullo” (Sal 31, 24).
Todo lo que el soberbio hace al humilde, lo paga: “El orgullo del malvado acosa al desdichado, queda preso en la trampa que le ha urdido” (Sal 10.2).
La soberbia nos engaña y luego nos precipita en el abismo: “El espanto que infundías te engañó, la soberbia de tu corazón, tú, el que habitas en las hendiduras de la roca, que ocupas lo alto de la cuesta. Aunque pongas en alto, como el águila, tu nido, de allí te haré bajar -oráculo de Yahvé.” (Jer 49, 16). “La soberbia de tu corazón te ha engañado, a ti que habitas en las grietas de la roca, que pones tu morada en las alturas, y dices para ti: «¿Quién me hará caer por tierra?» Aunque te remontes como el águila, y anides entre las estrellas, de allí te abatiré yo -oráculo de Yahvé.” (Abd 3).
La soberbia nos obligará a cargar con lo que no deseamos: “por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida por tu soberbia” (2 Mc 7, 36).
La mala situación del soberbio está expresada en estas palabras: “la soberbia acarréala ruina y prolija inquietud” (Tob 4, 12); “La soberbia precede a la ruina y el orgullo a la caída” (Pr 16, 18). Todo esto es suficiente para darnos cuenta de la necesidad que tenemos de ser sanados de nuestra maldita soberbia.