1. DIOS SABE MUY BIEN LO QUE ES LA SOBERBIA
Iniciemos escuchando a la misma Sabiduría divina, que con este texto del Sirácida nos hace ver la cruda realidad de nuestra vida y nos invita a confrontarnos con la misma Palabra de Dios y a buscar la sanación interior.
“Hijo, actúa con dulzura en todo lo que hagas, y te querrán más que al hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y alcanzarás el favor del Señor.
Porque grande es el poder del Señor, pero son los humildes quienes le glorifican.
No pretendas lo que te sobrepasa, ni investigues lo que supera tus fuerzas.
Atiende a lo que se te encomienda, que las cosas misteriosas no te hacen ninguna falta.
No te preocupes por lo que supera a tus obras, porque ya te han enseñado más de lo que alcanza la inteligencia humana.
Pues las especulaciones desviaron a muchos, y las falsas ilusiones extraviaron sus pensamientos.
Corazón obstinado mal acaba, y el que ama el peligro en él sucumbe.
Corazón obstinado se acarrea fatigas, y el pecador acumula pecado tras pecado.
La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.
El hombre prudente medita los proverbios, un oído atento es el anhelo del sabio” (Sir 3, 16-29).
“Sea cual sea su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no actúes guiado por un arrebato de violencia.
La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres, para ambos es un delito la injusticia.
La soberanía pasa de una nación a otra, a causa de las injusticias, las violencias y el dinero.
¿De qué se enorgullece el que es tierra y ceniza?, ¡si ya en vida su vientre es podredumbre!
La larga enfermedad desconcierta al médico, y quien hoy es rey mañana morirá.
Y cuando un hombre muere, recibe como herencia lombrices, bichos y gusanos.
Principio de la soberbia es alejarse del Señor, apartar el corazón del Creador.
Porque principio de la soberbia es el pecado, el que se aferra a ella difunde iniquidad.
Por eso el Señor les infligió asombrosos castigos, y abatió a los soberbios hasta aniquilarlos.
El Señor derribó del trono a los poderosos, y en su lugar hizo sentar a los sencillos.
El Señor arrancó la raíz de los soberbios, y en su lugar plantó a los humildes.
El Señor arrasó los territorios de las naciones, y los destruyó hasta los cimientos de la tierra.
A algunos los arrebató y destruyó, y borró de la tierra su recuerdo.
No está hecha la soberbia para el hombre, ni la violencia para el nacido de mujer” (Si 10, 6-18).
María Santísima, a la que encomendamos esta oración, conocía y vivía muy bien esta palabra, cuando se declara la sierva del Señor (Lc 1, 38) y alaba al Padre Dios“que ha puesto los ojos en la humildad de su esclava… dispersó a los que son soberbios en su propio corazón… derribó a los potentados de los tronos y exaltó a los humildes” (Lc 1, 48.51.52).
Un hermoso ejemplo femenino de humildad. El comportamiento y la oración humildes de la Reina Ester
“Tú lo conoces todo, tú sabes, Señor,que no por insolencia, orgullo o pundonor, me negué a inclinarme ante el orgulloso Amán, pues gustosa besaría las plantas de sus pies por la salvación de Israel. Pero yo lo hice por no rendir gloria a un hombre por encima de la gloria de Dios; no me postraré ante nadie, sino ante ti solo, Señor; y no dicta el orgullo mi conducta” (Est 4,17d-e).