Os Voy a revelar un secreto para ser santo y dichoso.
Si todos los días durante cinco minutos, sabéis hacer callar vuestra imaginación, cerráis los ojos a las cosas sensibles y los oídos a todos los rumores de la tierra, para penetrar en vosotros mismos y allí, en el santuario de vuestra alma bautizada, que es templo del Espíritu Santo, habláis a este Espíritu Divino diciéndole:
«Oh Espíritu Santo, alma de mi alma, te adoro! Ilumíname, guíame, fortaléceme consuélame; dime qué debo hacer, dame tus órdenes! Te prometo someterme a todo lo que desees de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda: hazme tan sólo conocer tu Santa Voluntad”. Amén.
Si esto hacéis, tú vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aun en medio de las penas, porque la gracia será en proporción a la prueba, dándonos la fuerza de sobrellevarla, y llegareis así a la puerta del paraíso cargado de méritos. Esta sumisión al Espíritu Santo es el secreto de la Santidad.
Cardenal Joseph Mercler
